Y un día la historia, un juez, dos fiscales y un penal hicieron volver a Eduardo Fellner

El hombre que todos creían una sombra política irrecuperable, un ex político, un imputado al que había que tener lejos, casi una mancha en la historia del peronismo y desaparecido de la escena pública desde el 10 de diciembre de 2015, volvió una noche.

Esa noche del miércoles 11 de abril en la que un juez, sí, el que él mismo había designado en el año 2013, pedía su detención. El rostro del otrora mandamás del PJ local y referente nacional, aparecía en todos los medios de comunicación del país y la provincia, produciendo el ya conocido escarnio público que generan los zócalos trasnochados de algún canal de televisión, los títulos rimbombantes de la venta de la noticia.

Muchos esperaban ver la imagen de aquel hombre con esposas, casquito y chaleco. Como ya es costumbre para los kirchneristas que terminan detenidos por casos de corrupción. Pero nadie tuvo ni la imagen ni la foto.

Eduardo Alfredo Fellner estaba en Buenos Aires por razones personales. La policía no lo sabía. Lo fue a buscar a su casa el jefe de la fuerza y los medios se apostaron prestos a tomar esa imagen que vendería y lo marcaría a lo largo de la historia. Pero el destino, esta vez, le jugaba una buena pasada, aunque tal vez él no lo creería así en ese momento.

Viajó toda la noche en auto. ¿Cuánto hacía que no viajaba en auto desde Buenos Aires a Jujuy? Tal vez ya ni se acuerda. Sin dudas debió ser de los peores momentos de su vida. Pero no siempre todo es lo que parece.

La vigilia de amigos y familiares, propios y extraños y de la propia policía duró hasta las 17 horas del jueves, momento en el que llegó al penal de Alto Comedero para entregarse a la justicia. Y así Eduardo Fellner ingresaba a la cárcel. Se terminaba esa espera que sus enemigos sostenían, se terminaba su propia angustia permanente y comenzaba a constituirse un destino diferente que sólo él puede cambiar.

Al otro día fue a declarar. Nadie pudo tener la foto con el ex gobernador esposado. Llegó a Tribunales de buen talante, casi como si se hubiera sacado un peso de encima. La gente que lo castigó en 2015 festejó en las redes, sus allegados más cercanos sufrieron al verlo, sus compañeros de ruta no se hicieron cargo y muy poquitos pusieran la cara por él. Su hermana Liliana se convirtió en la generala de un ejército diezmado que salió a defender la figura de aquel hombre caído en la desgracia total de la política. Ni Guillermo Snópek, senador nacional del PJ, ni Guillermo Jenefes – su ex aliado permanente – ni siquiera el presidente de su partido hablaron sobre su detención.

Y mientras los Pedros de Eduardo lo negaban tres veces, él era indagado en un acto procesal teñido de rarezas. El juez, sí, ese que él mismo había designado y que lo había encarcelado, aceptaba no leerle los cargos y tampoco las pruebas nuevas en su contra, los fiscales reclamaban y se iban dando un portazo. El escrito estaba presentado y los abogados inmediatamente pedían su libertad. El juez salía a castigar a los fiscales y los fiscales al juez.

El desvarío de una interna intrapoder le daba herramientas al juez para decidir sobre el cese de detención. Fellner volvía al penal convencido que podría salir airoso de todo esto. Y así fue. La noche del viernes su suerte ya estaba sellada y tal vez su historia política también.

El sábado, a menos de 48 horas de haber sido detenido, Eduardo conseguía su libertad y, por qué no, su nueva estirpe como “conductor natural perseguido político del gobierno actual” que lo lleva de golpe e inesperadamente a su reinvención política desde la debacle total.

Dependerá de él, si se anima, si logra romper con sus propios fantasmas, tomar el guante, hacerse cargo y volver a intentar lidiar con la política de un partido que se encuentra virtualmente sin conductores que puedan unir las cientos de partes que lo conforman.

Porque el presidente del PJ hace esfuerzos notables por conducir, pero la tropa no le responde. Guillermo Snópek no es referente ya que en realidad es la cara visible del proyecto de Guillermo Jenefes y Liliana Fellner no logra retener a los intendentes que la acompañaron en la campaña que lideró como candidata a senadora nacional en las PASO.

Sólo Eduardo Alfredo Fellner, tal vez, puede lograr la unidad de lo que queda del PJ y resucitar de esa casi muerte política a la que estaba confinado. Y eso fue un gran logro de los entreveros raros de toda rareza que produjeron la fiscal Liliana Fernández de Montiel, el fiscal Diego Cussell y el juez, sí, el juez que designó Fellner en el 2013, que lo encarceló y liberó en apenas 48 horas, que admitió públicamente no acordarse de lo que había escrito en su fallo y que escribió que le podían dar hasta 105 años de prisión al ex gobernador. Casi una aberración jurídica, para ser elegante en la consideración.

Así, un día la historia, un juez, dos fiscales y un penal hicieron volver a Eduardo Fellner

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